Argerich and Goerner
- Dr. Eloi de Tera
- 6 nov
- 3 Min. de lectura
Ayer el Palau de la Música Catalana tuvo el placer de presenciar un concierto de Martha Argerich, leyenda viva del piano, y su amigo Nelson Goerner, otro genio de las teclas.
Todo empezó perfecto hasta que las autoridades catalanas decidieron avisar por notificación de emergencias en el momento que Argerich y Goerner tocaban La Valse de Ravel. Argerich, muy enfadada y nerviosa, paró el concierto y no entendía nada, porque cada vez sonaban más móviles y más fuerte. Ella que vive en Berlín, acostumbrada a la lluvia, poco pudo entender lo que estaba sucediendo y hay que decir que estos tipos de alarma cada vez hacen menos mella en la gente y el día que sea en serio, nadie les hará caso. Pero el problema es serio porque se constató que no sirve de nada pedir que las personas pongan el móvil en silencio, ya que suena igual en este caso y nos pone en grave aprieto ante una artista como Argerich. Además, quiero añadir que, a pesar de comprender y estar de acuerdo con el fin, la forma en la que los acomodadores del Palau riñen públicamente desde hace un tiempo a los que graban con el móvil, linterna en mano -como la GESTAPO- y gesticulando, no son correctas y no las he visto en ningún otro lugar de Europa y la gente filma en todos sitios, lo cual considero mal. Así que viendo lo que pasó ayer, creo que el Palau de la Música Catalana, como institución moderna y pionera, debería implantar como primera sala de conciertos en Europa un sistema para eliminar el uso de móviles en sala. Ya sea como en algunos colegios, mediante taquillas con código secreto o fundas bloqueables en la entrada, con obligación de apagado total del móvil antes de entrar en sala. Creo que los nuevos tiempos requieren nuevas soluciones, esto ya no puede suceder más ni podemos continuar con acomodadores convertidos en policía secreta a golpe de linterna.
Todo empezó bien, como decía, con la Fuga de Beethoven, aunque con dos genios del piano que parecen a veces cubrir el expediente sin mucha voluntad, más que gozar con la interpretación y hacer gozar. La Fuga, gran pieza de contrapunto, no emocionó ni tuvo nada más allá que una perfección técnica total y una interpretación sin mácula.
Algo cambió en la Sonata de Mozart, un Mozart adulto ya, el del Don Giovanni. Allí los dos hicieron cantar al piano de forma sutil, con las melodías dúctiles y alegres de Mozart. En una pieza que es complejísima, pero parece fácil y que los dos supieron tocar con rigor y exactitud, añadiéndole en este caso un aporte melódico y expresivo más personal.
Luego tocaron el Concertino op. 94 de Shostakovich, pieza extraordinaria, donde podemos escuchar aquel Shostakovich rítmico y implacable de sus Simfonias, en pasajes de alta velocidad rítmica y melódica, en los que sobre todo Argerich, que en el Concertino llevaba la voz cantante, supo demostrar todo su talento ya mítico. Sus dedos parecían acaricar el piano sin inmutarse en el vendaval rítmico que es esta pieza. Goerner estuvo igualmente extraodinario pero no tiene el mismo porte delante del piano que ella, Martha Argerich se come el piano sin moverse casi y Goerner parece que aún lucha con el piano.
Después vino Ravel con sus canciones infantiles Ma Mère l’Oye, donde se volvieron a unir a cuatro manos y sacar del piano una ternura aterciopelada y extraordinariamente sutil. El impresionismo musical salió de aquellas cuatro manos como nunca se había escuchado antes. Igualmente fue con la fuerza de La Valse, que tuvo que repetirse al completo por el estruendo de las alertas del móvil. La primera interpretación fue bella y remarcable. En la segunda se les notó la tensión y enfado por el tumulto que ninguno de los dos pianistas pudo entender.





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